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El murciélago alevoso, de Fray Diego González | Poesía en castellano

El murciélago alevoso, de Fray Diego González | Poesía en castellano

El murciélago alevoso

Instaba Mirta bella
cierta noche formando en su aposento,
con gracioso talento,
una tierna canción: y porque en ella
satisfacer a Delio meditaba,
que de su fe dudaba,
con vehemente expresión le encarecía
el fuego que en su casto pecho ardía.

Y estando divertida,
un murciélago fiero, ¡suerte insana!
Entró por la ventana.
Mirta dejó la pluma, sorprendida,
temió, gimió, dio voces, vino gente;
y al querer diligente
ocultar la canción, los versos bellos
de borrones llenó por recogellos.

Y Delio, noticioso
del caso que en su daño había pasado,
justamente enojado
con el fiero murciélago alevoso,
que había la canción interrumpido
y a su Mirta afligido,
en cólera y furor se consumía,
y así a la ave funesta maldecía:

“¡Oh monstruo de ave y bruto,
que cifras lo peor de bruto y ave,
visión nocturna grave,
nuevo horror de las sombras, nuevo luto,
de la luz enemigo declarado,
nuncio desventurado
de la tiniebla y de la noche fría,
¿qué tienes tú que hacer donde está el día?

“Tus obras y figura
maldigan de común las otras aves,
que cánticos suaves
tributan cada día al alba pura;
porque mi ventura interrumpiste,
a su autor afligiste,
todo el mal y desastre te suceda
que a un murciélago vil suceder pueda.

“La lluvia repetida,
que viene de lo alto arrebatada,
tan sólo reservada
a las noches, se oponga a tu salida;
o el relámpago pronto, reluciente,
te ciegue y amedrente;
o soplando del norte recio el viento
no permita un mosquito a tu alimento;

“La dueña melindrosa,
tras el tapiz do tienes tu manida,
te juzgue, inadvertida,
por telaraña sucia y asquerosa,
y con la escoba al suelo te derribe;
al ver que bulle y vive
tan fiera y tan ridícula figura,
suelte la escoba y huya con presura.

“Y luego sobrevenga
el juguetón gatillo bullicioso,
y primero medroso
al verte se retire y se contenga,
y bufe y se espeluzne horrorizado,
y alce el rabo esponjado,
y el espinazo en arco suba al cielo,
y con los pies apenas toque el suelo.

“Mas luego recobrado,
y del primer horror convalecido,
el pecho al suelo unido,
traiga el rabo del uno al otro lado.
Y cosido en la tierra, observe atento;
y cada movimiento
que en ti llegue a notar su perspicacia,
le provoque al asalto y le dé audacia.

“En fin, sobre ti venga,
te acometa y ultraje sin recelo,
te arrastre por el suelo,
a costa de tu daño se entretenga;
por acaso las uñas afiladas
en tus alas clavadas,
por echarte de sí con sobresalto,
te arroje muchas veces a lo alto.

“Y acuda a tus chillidos
el muchacho, y convoque a sus iguales,
que con los animales
suelen ser comúnmente desabridos;
que a todos nos dotó naturaleza
de entrañas de fiereza,
hasta que ya la edad o la cultura
nos dan humanidad y más cordura;

“Entre con algazara
la pueril tropa, al daño prevenida,
y lazada oprimida
te echen al cuello con fiereza rara;
y al oírte chillar lancen el grito
y te llamen ¡maldito!
Y creyéndote al fin del diablo imagen.
Te abominen, te escupan y te ultrajen.

“Luego por las telillas
de tus alas te claven al postigo,
y se burlen contigo,
y al hocico te apliquen candelillas,
y se rían con duros corazones
de tus gestos y acciones,
y a tus tristes querellas ponderadas
correspondan con fiestas y carcajadas.

“Y todos bien armados
de piedras, de navajas, de aguijones,
de clavos, de punzones,
de palos por los cabos afilados
(de diversión y fiesta ya rendidos),
te embistan atrevidos,
y te quiten la vida con presteza,
consumando en el modo su fiereza.

“Te puncen y te sajen,
te tundan, te golpeen, te martillen,
te piquen, te acribillen,
te dividan, te corten y te rajen,
te desmiembren, te partan, te degüellen,
te hiendan, te desuellen,
te estrujen, te aporreen, te magullen,
te deshagan, confundan y aturrullen.

“Y las supersticiones
de las viejas, creyendo realidades,
por ver curiosidades,
en tu sangre humedezcan algodones
para encenderlos en la noche obscura,
creyendo sin cordura
que verán en el aire culebrinas
y otras tristes visiones peregrinas.

“Muerto ya, te dispongan
el entierro, te lleven arrastrando,
gori, gori, cantando,
y en dos filas delante se compongan,
y otros, fingiendo voces lastimeras,
sigan de plañideras,
y dirijan entierro tan gracioso
al muladar más sucio y asqueroso.

“Y en aquella basura
un hoyo hondo y capaz te faciliten,
y en él te depositen.
Y allí te den debida sepultura;
y para hacer eterna tu memoria,
compendiada tu historia
pongan en una losa duradera,
cuya letra dirá de esta manera:

[…]

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